La esperanza de vida en Asturias se ha incrementado considerablemente en los últimos cincuenta años y las previsiones apuntan que continuará creciendo. La población mayor de 65 años ya supera el 20% de la población total y al tiempo que crece este sector asistimos a una transformación del concepto de vejez en la sociedad que no necesariamente va ligada a dependencia.
El perfil de personas mayores es el de un grupo heterogéneo, un grupo social emergente que prolonga su vida activa y desea mantener su autonomía el mayor tiempo posible, logrando así una vejez saludable. Las claves para lograrlo pasan por tener garantizados ciertos derechos básicos como la vivienda y la atención a la salud, pero también por adoptar hábitos de vida saludable como una alimentación equilibrada y realizar algún tipo de actividad física. Y a esto, añadir un entorno favorable que combata el aislamiento y la soledad.
La necesidad de entender de forma diferente este periodo vital impulsa también la evolución de los sistemas de atención residencial para mayores. Los nuevos hogares cada vez poseen mayores recursos y personal cualificado para atender las necesidades de los ancianos, incluyendo entre sus servicios la atención gerontológica, unidades especiales en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas y muchos otros servicios. Pero tal vez lo más importante es que se dirigen hacia un nuevo modelo asistencial más humanizado que cuenta con la opinión de sus residentes, y que contempla nuevos espacios y formas de relación.
Como ya decía el filósofo Aristóteles, «el hombre es un ser social por naturaleza» y necesita de unos y otros para sobrevivir. A la vista está con el trabajo que desarrollan diferentes agentes, entidades y colectivos que facilitan la vida activa de los mayores. Todos los esfuerzos son pocos para dar respuesta al reto de una sociedad que quiere y debe mejorar la calidad de vida de las personas a medida que éstas envejecen.
Ana Coto-Montes. Investigadora
Envejeciendo saludablemente
Es profesora en la Universidad de Oviedo, pero no solo imparte clases a los jóvenes sino también a mayores que le inspiran profundamente y de los que aprende a diario. Su trabajo como coordinadora e investigadora en el Grupo de investigación de Respuesta Celular al Estrés Oxidativo (cROS) le ha llevado a dedicar varios años de su vida a estudiar el envejecimiento.
Descubrir los interrogantes que rodean al periodo final de nuestras vidas ha conducido al grupo de Ana Coto-Montes a formar parte de un consorcio multidisciplinar, en el que participan no solo biólogos, virólogos y bioquímicos sino también geriatras. El reto: conocer las respuestas para lograr una vejez saludable y sin dependencia.
-Cuando hablamos de envejecimiento ¿a qué nos estamos refiriendo?
-Desde el punto de vista teórico, el envejecimiento se considera el proceso de deterioro de células y órganos que se sitúa en las personas a partir de los setenta y cinco años de edad, aunque esto ha cambiado porque hace unos años se pensaba que era a partir de los 65, pero en cuestión de envejecimiento no tenemos un marcador biológico.
Sí existen marcadores para todo lo demás, para cuando comenzamos la época de fertilidad, para cuando finaliza, etc. Antes, el fin del periodo de fertilidad se relacionaba con el envejecimiento, cuando a la mujer se le retiraba la regla se consideraba que empezaba a envejecer porque ya no tenía otra función en la vida, esto ahora es anacrónico pero ocurrió hace cien años. Hemos avanzado muchísimo retrasando el envejecimiento y ya no buscamos un marcador para esto porque suponemos que seremos capaces de retrasarlo, lo que buscamos ahora es el marcador biológico de la dependencia que no tiene que ir ligado necesariamente a este periodo.
-¿Qué hay que tener en cuenta para afrontar la última etapa de nuestra vida de forma saludable?
-Lo más importante para conseguir que ésta sea saludable es tenerla presente antes de que llegue. Una vez que somos adultos debemos ser conscientes de que nos haremos mayores y cuidarnos desde ese momento para que el envejecimiento aparezca lo más tarde posible.
-¿Cómo debe ser ese cuidado?
-Hay varias cosas a tener en cuenta, aunque cumplirlas todas en la sociedad de hoy en día no es fácil. Por ejemplo, tener una dieta equilibrada. Aquí haría especial hincapié en la alimentación de nuestros mayores porque justamente en este periodo hay que extremar el cuidado tanto como se cuida ahora la alimentación de los niños. Tenemos que conseguir que eso mismo ocurra con los ancianos, porque una alimentación equilibrada es muy importante puesto que la persona mayor ya no produce igual que antes. También hay que hacer deporte de forma variada y lo menos exagerado posible y finalmente, llevar una vida relajada. Hoy por hoy esto último es más difícil que las otras dos cosas, pero por lo menos hay que intentar que a medida que nos vayamos acercando al envejecimiento vayamos bajando el pistón.
-¿Hasta dónde pueden alcanzar las repercusiones de una nutrición deficitaria en personas mayores?
-Hay muchísimas consecuencias desfavorables y cada vez más. El sistema nervioso solo se nutre con glucosa y si no tenemos una alimentación correcta pueden producirse deterioros incluso a nivel neuronal.
Es preocupante, por ejemplo, una dieta en la que no haya suficientes hidratos de carbono porque en este tipo de dieta el cartílago articular se ve muy afectado y en las personas mayores no se regenera. Está bien que los ancianos mantengan el peso correcto porque cuanto menos pesen menos sufrirá el esqueleto para sujetarles, pero no deberían hacer las dietas estrictas que hacen los jóvenes.
-Respecto al deterioro cognitivo, ¿qué se puede sembrar para no cosechar problemas en este sentido?
-Se pueden hacer cosas, pero el deterioro cognitivo tiene muchísima relación con la genética y en eso no podemos hacer mucho. Lo que hay que hacer es utilizar el cerebro constantemente. Hay que preguntarse ¿qué es lo que me gusta?, ¿qué cosas me interesan?, y en base a eso buscar, leer, interesarnos por algo, etc. En la medida de lo posible hay que ir utilizando las neuronas para cosas que nos gusten porque el aburrimiento tampoco es muy saludable.
-¿En qué medida la interacción social contribuye a mantener una calidad de vida?
-No solo para mantener una calidad de vida desde el punto de vista práctico, si no desde todos los puntos de vista. Los efectos que causa en el anciano la soledad son absolutamente deletéreos, las personas mayores no pueden encontrarse en una situación de soledad, ni siquiera cuando es autoimpuesta. Es imprescindible socializar porque nos va a permitir mantener las normas de conducta, las relaciones sociales, y eso nos hace utilizar mucho el cerebro que es lo que ocurre cuando hablamos y discutimos a dos y tres bandas.
Un problema que tienen los mayores es que somatizan mucho más rápido que los jóvenes, un problema fisiológico se convierte en un problema físico enseguida porque no cuentan con la misma energía ni la potencia que tiene una persona joven. Son mucho más sensibles emocionalmente hablando, tienen que relacionarse, reírse, estar con personas con las que se encuentren a gusto y hacer cosas en las que se consideren necesarios y se sientan valorados, porque esto es muy gratificante y va a tener un efecto somático.
«Debemos cuidarnos antes de hacernos mayores para que el envejecimiento aparezca lo más tarde posible»
-A dos personas mayores sanas y sin problemas de dependencia les sobreviene un accidente, una se recupera y sale adelante y la otra sin embargo continúa en caída libre hacia un deterioro grande.
-Eso es en lo que estamos investigando la mayor parte de los grupos de envejecimiento en España y en Europa, porque es uno de los objetivos marcados en el Horizonte 2020 por la Unión Europea. Es lo que se denomina fragilidad, hay personas frágiles y otras que no lo son, pero no sabemos en qué se basa esta fragilidad.
-¿Existen marcadores de la fragilidad?
-Precisamente es lo que estamos estudiando, porque sabemos que tiene muchos componentes. Las enfermedades favorecen esa fragilidad, tanto las previas al periodo de envejecimiento como durante el mismo, el exceso de peso también favorece, al igual que el colesterol o la sarcopenia y otras muchas cosas. Necesitamos saber en qué porcentaje afecta cada una para poder señalar si la persona es ‘frágil’ o no.
-¿Cómo influye en la recuperación la forma de afrontar las adversidades?
-De eso es de lo que menos sabemos en ancianos, pero también en adultos o niños. No sabemos casi nada, pero sí sabemos que una persona que le echa interés o arranque a la vida tira más por la vida, pero para eso esa persona tiene que estar feliz y la felicidad depende de muchas cosas. Está la genética, que es un factor muy importante, y también que haya gente que dependa de ellos, porque se conocen muchos casos de personas que han tirado para adelante en situaciones en las que se pensaba que no podrían hacerlo porque fisiológicamente no podían y lo hicieron porque había gente dependiente de ellos. Y no se podían permitir el lujo de ponerse enfermos. Esas cosas se sabe que funcionan, pero no sabemos las causas, qué más quisiéramos.
Residencias, el reto de un nuevo hogar
Las centros geriátricos asturianos afrontan la tarea de convertir los equipamientos residenciales en segundos hogares donde se desarrollan programas de atención centrados en las personas.
Son varias las razones que empujan a muchos mayores asturianos a dejar su casa y elegir una residencia como su nueva vivienda. La soledad, circunstancias familiares o una situación de gran dependencia son algunas de las causas que inducen a tomar una decisión que puede resultar difícil, por ello, los profesionales de la atención a la tercera edad se plantean adecuar los centros a las necesidades de los mayores para que resulten confortables y acogedores a los nuevos residentes. El reto es conseguir que se sientan como en casa, desterrando antiguos conceptos de residencias como centros de retiro y ofreciendo espacios activos en los que resulte agradable vivir y cuyas acciones estén centradas en la persona. Asturias cuenta con una importante red de alojamientos residenciales, alrededor de 14.000 plazas entre centros públicos y privados, cifra que aumenta cada año para dar respuesta a una población cada vez más envejecida.
Además de la atención habitual que se prolonga las 24 horas del día, gran parte de los centros cuentan con equipos multidisciplinares en los que participan fisioterapeutas, logopedas, neuropsicólogos, gerontólogos, etc. La terapia ocupacional, la fisioterapia o la atención psicológica son prácticas habituales y consiguen que a través del ejercicio de cuerpo y mente los mayores puedan afrontar satisfactoriamente las consecuencias del envejecimiento.
La terapia ocupacional ligada a la geriatría puede desempeñar un papel preventivo, de rehabilitación o utilizarse como estimulante, y son muchos los centros sociosanitarios y las residencias que incluyen actividades para lograr una mayor calidad de vida de los mayores. Desde el desempeño de tareas diarias domésticas como pueden ser el autocuidado o vestirse, hasta realizar ejercicio físico, participar de talleres artísticos u otras más novedosas como la musicoterapia, la hidroterapia o la terapia con animales. El abanico de opciones es tan amplio como los beneficios que generan una vez que se realizan asesorados por un terapeuta ocupacional y adaptados a las condiciones físicas y psicológicas de cada persona.
La atención psicológica personalizada es otra herramienta relevante en las instituciones geriátricas. La labor del psicólogo se inicia desde el momento en que el residente llega por vez primera al centro y tiene ante sí un proceso de adaptación. Para facilitar esta tarea, el profesional puede generar grupos de apoyo y potenciar la creación de redes entre los residentes. Su labor será también la de orientar al usuario del centro y a sus familiares sobre el significado de la vejez, ayudar a prevenir síntomas de depresión u otros trastornos y ayudar en los momentos finales.
La fisioterapia cumple en este ámbito una labor fundamental cuando existe una pérdida de las capacidades funcionales, en ocasiones a causa de la inmovilidad o baja actividad de los mayores. También realiza una labor preventiva y de mejora del estado físico general y otra rehabilitadora tras sufrir algún tipo de intervención quirúrgica. En trastornos neurodegenerativos como el párkinson o la esclerosis se torna imprescindible, y en casos de ictus, cuanto antes comience el tratamiento, mejor será la recuperación.
La terapia ocupacional, la fisioterapia o la atención psicológica consiguen que a través del ejercicio de cuerpo y mente los mayores puedan afrontar satisfactoriamente las consecuencias del envejecimiento
Las residencias más innovadoras incorporan también unidades especializadas en cuidados paliativos o en el tratamiento de enfermedades como el Alzheimer y otros trastornos habituales en la tercera edad; algunas también ofrecen estancias temporales para dar respuesta a necesidades puntuales de los cuidadores.
El objetivo final es conseguir la mayor autonomía posible de sus residentes y contribuir a mejorar su calidad de vida a través de la atención sanitaria, una alimentación saludable y una oferta de ocio. Unido a todo ello cada vez son más los centros interesados en la aplicación de «la atención centrada en la persona», un enfoque de atención a personas en situación de dependencia que implica reconocer la singularidad y unicidad de la misma y fijar la mirada en sus capacidades frente a aquello que la hace dependiente. Desde esta perspectiva los centros geriátricos son los que se han de adaptar a sus residentes respetando su individualidad y singularidad, y no las personas a los centros. Afortunadamente está naciendo la necesidad de ‘humanizar’ las residencias para mayores, cuidando no solo las necesidades materiales y sanitarias sino también la salud de las relaciones, el manejo de las emociones y los sentimientos de pérdida y frustración que pueden aparecer según avance el proceso de envejecimiento. En suma, adentrándose en el mundo personal y particular de cada persona para ayudarla a superar sus problemas y apoyarla en el desarrollo de sus capacidades.
Asociación Astur-Occidente Parkinson. El grupo, la mejor terapia
Se calcula que más de dos mil personas en Asturias sufren la enfermedad de Parkinson, un trastorno neurodegenerativo del sistema nervioso central que aparece principalmente en personas mayores de 65 años y que afecta progresivamente a la capacidad de controlar el movimiento corporal. Y aunque actualmente no existe una cura, sí es posible mejorar los síntomas mediante tratamientos farmacológicos. Unido a esto, las terapias rehabilitadoras adaptadas a cada persona son fundamentales para mejorar la calidad de vida de los enfermos y sus cuidadores. Por eso, la labor que realizan colectivos como Asociación Astur-Occidente Parkinson son fundamentales para dar a conocer esta afección y salvar los obstáculos que día a día pone la enfermedad.
En la sede de Astur-Occidente Parkinson hay una nota predominante: el sentido del humor. Los componentes de este colectivo que agrupa a enfermos de párkinson del área sanitaria I tienen una tarea diaria: aprender a convivir con una enfermedad que provoca la pérdida de neuronas en la sustancia negra, y con ello la falta de dopamina, la principal encargada de transmitir la información en el sistema nervioso central. Los temblores en reposo es el síntoma más común y conocido, pero en realidad son muchas las consecuencias que puede aparejar este trastorno: rigidez, bradicinesia, inestabilidad corporal, dificultades respiratorias, alteraciones cognitivas, trastornos afectivos, problemas en el sueño, y un largo etcétera. Y aunque afecta a una parte importante de la población (en España entre un 1% y un 2% de la población mayor de 65 años), hay que reconocer que todavía no es lo suficientemente conocida.
«Hay mucha ignorancia, por eso es importante dar a conocer la sintomatología y conseguir que haya una sensibilización mayor con la gente que padece párkinson». (Celina Pérez, secretaria de la Asociación Astur-Occidente Parkinson)
Celina Pérez, secretaria de esta organización, explica que «la sociedad desconoce lo que es el párkinson. Se ha dado el caso de personas con la enfermedad que al ir caminando por la calle han tenido que escuchar de todo porque la gente pensaba que llevaban encima una buena borrachera. Hay mucha ignorancia, por eso es importante dar a conocer la sintomatología y conseguir que haya una sensibilización mayor». Ella es uno de los casos de diagnóstico temprano, ya que con 46 años puso nombre a una enfermedad que la desconcertaba. «Siempre fui una persona que hacía de todo, desde poner ladrillos hasta preparar una empanada pero empecé a experimentar cambios, me costaba cambiar una bombilla, me daba miedo subirme a una silla. Y cuando me tenía que cruzar con alguien en la calle me agarraba a una farola y esperaba porque veía que no cabíamos en la calle. Cuando te sientes así, la inseguridad te invita a dejar de hacer cosas».
Pero eso es precisamente lo que consiguen evitar con la actividad que desarrollan desde esta asociación. Con la ayuda de profesionales especializados trabajan técnicas rehabilitadoras que les ayudan a mantener su autonomía y dependencia: hidroterapia, fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional y atención psicológica.
Los diecisiete socios de la Asociación comparten tiempos en común en actividades de lo más variado
Marino Suárez, que durante cuarenta años dirigió el Coro Villa de Navia, explica que la rehabilitación es fundamental y ellos cuentan con la atención de la fisioterapeuta especializada en trastornos neurodegenerativos, Mónica Álvarez, y la psicóloga y logopeda Raquel López Arango. El vicepresidente del colectivo subraya otro factor muy importante y es «el tener un grupo de personas que nos ayudamos unas a otras cada día. Nos reímos de todas las cosas que nos pasan y es la mejor manera de pelear contra la depresión. Aquí hay personas que entraron con miedos y con los pies a rastras, que no se atrevían a conducir y a hacer muchas otras cosas, y gracias a estar aquí salieron con un refuerzo de la autoestima y con ganas de volver al día siguiente. Nadie entiende al enfermo de parkinson cómo lo hace otro enfermo de párkinson».
La Asociación se creó en mayo de 2017 y actualmente está formada por diecisiete miembros que comparten tiempos en común para actividades de lo más variado, desde charlar y leer el periódico, hasta realizar tablas de ejercicio físico, jugar al ajedrez o incluso lanzarse a disfrutar de la música con un karaoke. Juntos forman una gran familia, y animan al resto de aquejados de párkinson a conocer más de esta enfermedad y unirse a colectivos como el suyo que les ayudarán a mantener una mayor calidad de vida.
«La falta de dopamina afecta a los enlaces interneuronales, cortando la comunicación, pero si uno sigue trabajando se crean conexiones con otras neuronas y esto se consigue moviéndose, -añade Celina-. No hay que luchar contra la enfermedad, lo que hay que hacer es vivir».
Entre las dificultades que encuentra el colectivo está la la falta de medio de transporte en el Occidente de Asturias que impide que potenciales usuarios de la Asociación puedan acceder a las instalaciones y servicios. Por eso los afectados por este trastorno degenerativo piden a la Administración más visibilidad y apoyo. «Hay muchas personas mayores que residen en pueblos cercanos y que si dispusiesen de un transporte podrían venir a la Asociación», explica Manolo Lebredo. El tesorero del colectivo apunta que aunque falta mucho por conseguir a nivel de administraciones también hay que resaltar el apoyo que han mostrado otros colectivos del Occidente, así como el equipo de gobierno naviego, al cual están sumamente agradecidos por toda la ayuda que les están facilitando.