De repente, toda España ha descubierto la Brigada de Salvamento Minero. Nosotros ya la conocíamos; desde pequeños, cuando íbamos caminando desde el Barrio hasta el mercado de Sama de los lunes. Delante del Pozu Fondón, allí estaban, con una serie de cacharros un poco extraños, pero nos constaba que eran muy útiles. Eran escogidos, los mejores entre una raza de hombres recios, quienes más sabían de la mina y tenían el corazón más templado para buscar, entre el negro absoluto, a los compañeros caídos. Crecimos escuchando historias de rescates imposibles. De generosidad rayana con la locura.
Ahora algunos han descubierto América; en la Red de redes los ponen por las nubes. Escribe alguien en LNE (sic): «Aparte de 40.000 comentarios, el mensaje, colgado el pasado día 26, a recibido 2.400 comentarios». O sea, 42.400 comentarios y una «h» de menos, se ha merecido la Brigada. En el mismo artículo, uno de los héroes ahora descubiertos clama: «No nos deis el Princesa», antes bien, «dar a los mineros y los que vengan detrás un futuro digno». Algunos de los medios que ahora aplauden, llamaron terroristas a los propios trabajadores de las minas cuando peleaban por su porvenir. Leo, en paralelo, un hermoso escrito de una señora del Bierzo: «… los que se quejaban cuando se cortaban carreteras se quejan ahora de que no hay quien las corte…»
Aplausos, solicito.
Segundo descubrimiento: Alguien se da cuenta, después de cuatro años de exhibición, de que en el Museo del Sporting hay un cartel así de grande mal traducido al inglés. «Entrega, valor y compromiso» parecen ser los valores históricos que guardan las fotos de los veteranos, pero los subtítulos les dan un giro un poco risible; así «entrega», entendido como aplicación a la tarea, se traduce por «delivery», que es poner la mercancía en manos del cliente. Se puede usar el término con una pizza, pero no con el coraje balompédico. «Valor» como cualidad de la persona, se interpreta como «value», que realmente se refiere al rendimiento económico.
Hay que tener mucho cuidado con las versiones, no pueden dejarse en manos de un sobrino que sacó buenas notas en el Bachillerato; un Museo se entiende como institución cultural. Con intérpretes así, corres serios riesgos para circular en coche por Londres, donde no solamente conducen «por el lado correcto de la carretera», sino que es frecuente encontrar rótulos que rezan «diverted traffic», y no se debe a que entras en calles de conductores alegres y dicharacheros, antes bien, en zona de obras, que obligan a desviar el tránsito rodado.
Estas interpretaciones tan pegadas a lo propio generan desconcierto en el escuchante. El amigo Paco Robles, 93 años de memoria, anduvo estos días por el Norte en la presentación del libro sobre su vida como exiliado en Inglaterra; nos contaba que como solamente «iban por tres meses», los niños se negaban a estudiar aquella lengua tan rara, que se escribía de una manera y se decía de otra; era un esfuerzo tonto. Se quedó con una frase que usaba para todo, «I think so…» Después ya vieron que la Guerra se alargaba, de modo que no tuvieron más remedio que aplicarse al estudio; lo hizo tan en serio que destacó en la clase. Su maestra le regaló un diccionario, con cariñosa dedicatoria, que conserva desde 1939.
Esta muletilla, I think so, viene a ser, más o menos, equivalente a «yo creo que…» o «yo pienso…» Me recuerda una anécdota ocurrida hace tres años en una reunión de republicanos europeos. Se celebró en el Ateneo de Madrid el encuentro anual de «países afectados por la monarquía»; como suele ser habitual, las sesiones fueron en inglés, para dolor de cabeza de los malos estudiantes. Un antiguo concejal de la capital del reino, hombre ilustrado y participativo, dejó desconcertada a la parroquia internacional, porque sustituyó inadecuadamente la muletilla infantil de Robles; para expresar su opinión, -yo creo que…-, empezaba por «I believe», que es creer en el sentido religioso de la expresión. Inadecuado, posiblemente, desde el punto de vista lingüístico, pero mucho más desde el republicanismo, que tira tradicionalmente a laico.
Hay otro descubrimiento más alarmante, por el contenido y por el uso en las noticias. Un asesor del Donald Tramposo da vueltas a las páginas de su cuaderno amarillo hasta que deja ver, de manera clara, fotografiable, un único apunte: «3. Afghanistan Welcome the talks___5.000 troops to Colombia». John Bolton no es un tipo descuidado, cuando permite tan nítida fotografía está enviando al gobierno venezolano la amenaza de intervención militar. Ya se sabe, «América para los americanos…» del Norte.
Pero sí han sido descuidadas las personas que nos trajeron la noticia; a partir de las agencias todo el mundo traduce «5.000 tropas a Colombia». Veamos, «tropa» es un nombre colectivo, se refiere a un «grupo o muchedumbre de gente». ¿Van los yanquis a invadir Venezuela con 5.000 muchedumbres? Lo dudo. Aunque sí corremos el peligro de que destaquen a cinco millares de militares para impresionar. Dólares y poca vergüenza tienen para ello.
No puedo menos que acabar, en febrero, fiesta comercial del amor, esperanza de la primavera y pensemos que también esperanza de relaciones menos agresivas entre los seres humanos, con una foto guardada desde el verano gijonés, en uno de sus lugares recurrentes, la Feria de Muestras. Felicidad para todas las Adelinas y Valentines que en el mundo son.