Si las 29 anteriores noches celtas fueron mágicas, qué se podrá decir de la número 30. Tres décadas de buena música al calor de agosto convirtieron este espectáculo en uno de los festivales más valorados del verano astur.
La Noite Celta es una cita clásica, de hecho, es el festival más antiguo de Asturias. Treinta años no son pocos y la fama de la «noite» ya sobrepasa las líneas de la región, porque si bien el público asturiano es mayoría, también hay quien se acerca desde otras latitudes. Los que ya habían venido, repiten si pueden, y el boca a boca trae nuevo público a una jornada mágica que suma música, verano y nocturnidad, con resultados sorprendentes.
La iniciativa partió de la Asociación Cultural La Alameda, primera en tener la idea de reunir el mejor folk de la región en una sola jornada. A lo largo de sus tres décadas de existencia han pasado por su cartel formaciones asturianas clave para la música folk, así como agrupaciones locales e invitados internacionales. Todos juntos han ido tejiendo una historia que vincula profundamente este enclave del occidente astur con la música de orígenes celtas.
Una vez más, y por no perder las buenas costumbres, la cita fue donde se esperaba, en la tradicional Alameda de Porcía y de forma gratuita. Los escoceses Tannahill Weavers se sumaron sobre el escenario a los más cercanos La Reina del Truébano, Rubén Alba Trío, Felpeyu y Xera. Entre todos ellos crearon de nuevo una noche para ser recordada, que se extendió desde las 23 horas hasta la madrugada. Continuando con la tradición, la organización agasajó a los asistentes con sardinas a la plancha hasta agotar las existencias.
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