Esta naveta se confiesa apasionada de su trabajo, convencida de que ‘la igualdad es un tema absolutamente político’. Como tal, milita en el Partido Socialista desde los diecinueve años, y desde entonces ha alternado la actividad privada y pública. Lleva pocos meses al frente del Instituto Asturiano de la Mujer, y entre sus proyectos más inmediatos está reforzar las líneas de trabajo del Observatorio contra la Violencia y buscar vías para atacar la raíz del problema: en esto, la educación es clave.
-¿Cómo se lleva un cargo como éste?
-Es una oportunidad que toda feminista estaría encantada de recibir. Personalmente, te sientes reconocida como política y profesional, y por otra parte da un poco de vértigo, cualquier persona se plantea si lo va a hacer bien, si va a estar a la altura… Son momentos difíciles, con un auge conservador y una disminución de recursos públicos, pero creo que estamos en una situación en la que no hay marcha atrás, porque casi todos los días vemos asesinatos machistas: estamos cambiando la sociedad y hay una parte que no quiere ese cambio. Esto genera un nivel de responsabilidad mayor.
-En 2015 más de nueve mil mujeres en Asturias fueron víctimas de malos tratos, y más de mil necesitaron protección policial. ¿Qué no estamos haciendo bien?
-Yo no diría tanto qué no estamos haciendo bien como qué nos falta por hacer. Desde el año 2004 hay un sistema estructurado para proteger a la víctima, y es necesario dar a las mujeres que deciden romper con el maltratador el mensaje de que existen recursos que las van a apoyar; recursos que funcionan, aunque evidentemente hay que mejorar. Tenemos que buscar la excelencia en la respuesta que se le da a las mujeres, y sobre todo en el tratamiento que se hace de la violencia de género desde toda la sociedad, en su conjunto. Ahí es donde nos falta más: tenemos que trabajar en coeducación, en visibilizar que todos y todas tenemos responsabilidad. Estamos en un sistema patriarcal donde los hombres deben ser conscientes, primero, de que tienen una serie de privilegios, y segundo, que no pueden mantenerlos todo el tiempo, porque esos privilegios son el caldo de cultivo para que se justifique la violencia de género. No agreden porque estén nerviosos, porque hayan perdido el trabajo por la crisis, o porque hayan tenido un pronto: es porque existe una situación soterrada que genera y justifica esa violencia.
«Estamos en un sistema patriarcal donde los hombres deben ser conscientes de que tienen una serie de privilegios, que son el caldo de cultivo para que se justifique la violencia de género»
-Este mes de marzo se presenta una propuesta de recortes cero contra la violencia machista. ¿En qué consiste?
-Consiste en que no vamos a recortar. La prórroga presupuestaria no siempre significa contar con el mismo presupuesto porque puede haber partidas afectadas para priorizar a otras. Pero en el Instituto Asturiano de la Mujer vamos a tener el mismo presupuesto del año 2015 destinado al trabajo contra la violencia de género y la protección de las víctimas. Hablo de la Red de Casas de Acogida del Principado de Asturias, y también de la red de Centros Asesores de la Mujer en todo el territorio, que no sólo son enlace con los recursos que la mujer pueda necesitar en temas de violencia de género, sino que también informan y asesoran en cuestiones jurídicas.
Lo que presentamos en marzo es un compromiso que el Presidente hizo el 25 de noviembre, y es que vamos a poner en marcha un Pacto contra la violencia de género en el Principado de Asturias. Estamos trabajando en él, y queremos que sea lo más participativo posible por parte de las asociaciones e instituciones que nos apoyan en este trabajo. La idea es dotarnos de un instrumento que en cierto modo apuntale la acción del Gobierno del Principado como coordinador y prestador de servicios en este terreno, y que articulamos a través del protocolo interdepartamental contra la violencia de género.
-¿Qué rasgos característicos tiene la situación de la mujer asturiana?
-Están derivados de esa desigualdad de base que hablamos. Somos más en la universidad pero accedemos a puestos de menor remuneración, los sectores tradicionalmente femeninos están peor valorados y peor pagados, mientras que los tradicionalmente masculinos, por ejemplo la siderurgia, aún están muy vetados.
Por otro lado hay que reivindicar la figura de las abuelas, que son las que apoyan para que las mujeres podamos estar trabajando, responsabilizándose del cuidado de niños y niñas, cuando están en un momento en el que se han ganado el ocio y el descanso. Igual que las cuidadoras de dependientes, sobre todo en el mundo rural: son un colectivo que necesita mucho apoyo, y hay que estructurar políticas para aliviarlas.
Hay otro dato que evidencia lo mucho que tenemos que trabajar: más del 50% de las mujeres asturianas mayores de cincuenta años están tomando antidepresivos o ansiolíticos. Creo que eso es producto de una sociedad no igualitaria, donde una parte no está asumiendo sus responsabilidades, que recaen sobre las mujeres. Esto tiene efectos en la salud, en el desarrollo profesional, en el malestar, en la falta de tiempo libre…
«Hay que poner encima de la mesa el daño que puede hacer el mito del amor romántico a una relación entre adolescentes: Crepúsculo, A tres metros sobre el cielo, Cincuenta sombras de Grey…»
-La percepción general es que hay un aumento de violencia contra la mujer. ¿Es así?
-No tengo claro que haya un repunte, o si esto obedece a nuestra percepción porque ahora lo medimos, lo evaluamos e intentamos dar respuesta. El maltrato oculto es muy grande, el 80% de las mujeres asesinadas no había denunciado. Por eso creo que en el tema de la violencia de género es bueno que aumenten las denuncias, porque visibilizan, y responden a que las mujeres conocen esos recursos a los que pueden acceder. Y sobre todo que se dan cuenta de que esas relaciones no son sanas.
-Se habla mucho del aumento de actitudes machistas en la población joven. ¿Qué explicación encuentra para esto?
-Los jóvenes tienen cada vez más acceso a la información, una información que en la mayoría de los casos no es igualitaria. Y, sin hablar de censura, creo que hay que poner encima de la mesa el daño que puede hacer el mito del amor romántico a una relación entre adolescentes: el referente de Crepúsculo, de A tres metros sobre el cielo, de Cincuenta sombras de Grey… En Crepúsculo, por ejemplo, hay una escena en la que él dice que quiere matarla, y ella responde que no le importa porque le quiere. ¡Y es que al final la acaba matando para que esté con el, la separa de sus amigos y familia, porque es suya! No podemos jugar con ese amor de telenovela, con ese sufrimiento, con estar siempre a disposición de la otra persona, aunque me muera.
Eso por no hablar de las canciones, del reggaetón, de los cánones de belleza que cosifican a la mujer… Desde luego hay que ir trabajando estos aspectos, y con la población joven más.
«El maltrato oculto es muy grande, el 80% de las mujeres asesinadas no había denunciado. En el tema de la violencia de género es bueno que aumenten las denuncias, porque visibilizan»
-Pues son el mensaje mayoritario. ¿Cómo contrarrestarlo?
-También hay otro tipo de referentes. Dando charlas en el Instituto he usado vídeos de Crepúsculo, pero también de The Big Bang Theory, donde aparecen tres relaciones de pareja y las tres son igualitarias. O Los juegos del hambre, donde los protagonistas tienen una relación de amistad, consiguen las cosas conjuntamente, y unas veces ella es la fuerte y otras veces es él, porque al final la vida es así.
Pero la mayoría de los mensajes nos siguen poniendo a la mujer como secundarias. Ayer fui a ver la película El Renacido ¡Dios mío, desde un punto de vista de género! Las mujeres prácticamente no salen y no hablan en toda la película, sólo están para justificar la importancia, la valentía y la fuerza de los hombres. Tenemos que darnos cuenta de que esto no es normal. O somos fantasmas, o somos putas, o nos agreden sexualmente: eso es lo que dice la película del momento. Elementos como éste crean un caldo de cultivo.
-¿Qué asignatura tenemos pendiente las mujeres para dar un salto cualitativo en igualdad?
-Pues creo que la asignatura pendiente de verdad la tienen ellos. Nosotras hacemos mucho: trabajamos, nos responsabilizamos del hogar, de la atención a los niños, de las personas dependientes… Y si vamos a hablar del techo de cristal y los lugares a donde no llegamos, creo que hay que empezar a pedir cuentas a quien tiene los privilegios. Por mucho que yo concilie, si tú no te responsabilizas de tus obligaciones, de hacer tu parte más allá de «ayudar» en casa; si no ves que a una compañera de trabajo que vale tanto o más que tú le cuesta más ascender; si ignoras el ninguneo a las mujeres en determinados ambientes empresariales o de poder; si eres consumidor de prostitución y no te rechina lo que pasa en un prostíbulo… Perder privilegios es duro, y ser hombre en esta sociedad es muchísimo más fácil que ser mujer. Afortunadamente hay hombres que están con nosotras en la lucha por la igualdad, pero son anecdóticos y hacen falta más.