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martes 19, marzo 2024

Jorge Egocheaga. Médico y alpinista. ‘Este es un libro de experiencias personales, no busco polémica ni debate’

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Está considerado como uno de los mejores himalayistas del mundo, algo que él no reconoce. También es médico. ¿O es al revés?. El médico ha sobrepasado al montañero. ‘Mis objetivos vitales van más dirigidos a ayudar a los demás que a alcanzar retos deportivos’. Acaba de publicar Quizás vivir sea esto. Catorce ochomiles, la experiencia humana por encima del logro deportivo. Un libro donde Egocheaga se desnuda por una buena causa.

Cuando el coreano Sung Taek Hong preguntó el pasado año a los sherpas nepalís quién estaría preparado para subir con él la cara sur del Lhotse, una de las vertientes más peligrosas de los ochomiles apenas escalada, sonó su nombre. Egocheaga no se lo pensó dos veces.
Su condición de médico, su fuerte sentido de compañerismo y entrega, acompañado de su buena preparación física, le han llevado a participar en numerosos rescates de altura, en la denominada zona de la muerte. Durante el año colabora con distintas ONG en las zonas más pobres de Nepal.

-Qué ha sido más duro, ¿subir los catorce ochomiles o desnudarte interiormente en este libro?
-El libro en sí mismo no es que me haya costado mucho, de hecho muchas de sus partes habían sido escritas in situ porque cuando voy de expedición llevo unos cuadernos donde recojo sensaciones, experiencias, sentimientos. Lo que sí me cuesta es exponerme a la gente, exponer mis sentimientos, soy introvertido, no me gusta hablar de mí y como no me interesa la vida de los demás considero que la mía tampoco a ellos.
Pero hay dos cosas importantes que influyeron a la hora de tomar esta decisión. Una, el objetivo del libro que es ayudar a los niños del Nepal y otra, hacer un homenaje a la gente que se quedó en el camino. Dejar escrito los nombres de aquellos que hicieron de la montaña su forma de vida y se quedaron en el camino por seguir esta pasión. Eso merecía quedar grabado en un libro, en unas letras, no solo en una «tradición oral» que se va perdiendo. Por eso hice este esfuerzo ahora, porque realmente a mí exponerme así me resulta difícil.

«Mis objetivos vitales van más dirigidos a ayudar a los demás que a alcanzar retos deportivos»

-Cuando tuviste el libro en tus manos, ¿te arrepentiste de algo?
-Una vez que ha salido publicado me lo intento tomar con filosofía, porque pienso en el porqué. Ahí está recogido lo que pienso, es un libro de experiencias que no busca ni polémica ni debate. Ha venido algún paciente a debatir conmigo sobre religión, otro me envía un mensaje encendido definiéndome como ateo. No voy a entrar en nada de eso. Hay muchas maneras de ver lo que puede haber o no más allá, y a lo mejor su manera y la mía no coinciden. Pero eso no quiere decir que yo no tenga mi parte espiritual, que creo que la tengo y es importante.

-«Soy una persona poco sociable, no me gusta hablar de mis experiencias, sobre todo si son vivencias cercanas», advertiste en la presentación del libro en Oviedo para luego entregarte al auditorio y meterte a todos en el bolsillo…
-No soy un ermitaño, no me considero solitario pero confieso que disfruto en el silencio. Las multitudes, los debates, no me interesan, me agotan. En muchas cosas me veo muy lejos de esta sociedad en la que vivo, lo cuento en el libro. Pero la realidad es que vuelvo a ella porque no podría vivir en otro sitio, por lo tanto, no tengo ningún derecho a quejarme.
En la última expedición con los coreanos para subir al Lhotse, estuvimos sin hablar cerca de los dos meses que duró porque no hablaban inglés, pero a la vez me sentía acompañado, había muy buena energía y todo resultó bien.

En  Concordia (Pakistán) con Joëlle, su mujer
En Concordia (Pakistán) con Joëlle, su mujer. / Foto: colección Jorge Egocheaga

-Según te adentras en la lectura del libro llama la atención tu riqueza interior, tus reflexiones. Eres autocrítico, perceptivo… se ve detrás mucho trabajo personal.
-Sí, no te puedes imaginar. No siendo comunicativo me encanta escuchar a la gente. Recuerdo ir a alguna expedición con gente que no conozco y estar horas y horas escuchando. Me gusta percibir a las otras personas, ver cómo piensan, cómo sienten, cómo reaccionan. Soy muy estudioso de los sentimientos, de las percepciones porque eso me enseña también a mí. A la vez soy una persona que se hace muchas preguntas, por qué reacciono así, por qué tengo este sentimiento, por qué pienso esto, qué causalidad me lleva hasta aquí. Me encanta el estudio de las neurociencias, veo que el cerebro tiene una tendencia brutal al autoengaño, y eso lo veo en mí mismo. Cómo vas perdiendo el recuerdo de las cosas traumáticas, cómo el cerebro las va atenuando, modificando. Muchas veces cuando leo cosas escritas por mí in situ, me sorprende ver cómo mi cerebro las ha cambiado con el paso del tiempo. La realidad no es la que tiene mi cerebro ahora, sino la que tenía cuando escribí esto.

-Realidad o ficción, te preguntas al principio del libro.
-Releyendo los diarios personales, a veces no me reconozco. Me pregunto si eso me pasó a mí realmente. Por ejemplo, con el accidente de Nancy tenía una nebulosa en la cabeza y cuando lo releí me pareció muy duro. Mi cerebro lo había atenuado totalmente y volver a revivirlo fue doloroso. El cerebro es un superviviente y dice: esto fue así pero no nos conviene que lo recuerdes de esta manera, vamos a hacerlo de esta otra. Yo creo que por eso tenemos la capacidad de reflexión, de autocrítica, para intentar que no nos engañe el cerebro, aunque es algo muy difícil.

-Te autofinanciaste casi todas tus últimas expediciones, ¿por qué razón?
-Las dos primeras me las financió Liberbank completamente, luego colaboraba pagándome el billete de avión, el resto salía de mi bolsillo. Si hubiera podido financiármelo yo totalmente, lo hubiera hecho porque me da mucha libertad. No obstante, en Liberbank nunca me pidieron nada a cambio salvo unas charlas. Se han portado muy bien conmigo.
En cierta forma, los ochomiles han sido como mis vacaciones, me las he costeado con mucho sacrificio. Soy autónomo y si me marcho, además de no tener ingresos, sigo teniendo que pagar los gastos de aquí más lo que me cuesta la expedición. Eso me supone un gran esfuerzo, trabajar muchas horas aunque no se vea, lo explico en una anécdota en el libro. La gente dice ¡mira este que bien vive!, no ve lo que hay detrás. Quien me conoce, sabe que llevo una vida muy austera. Me gusta vivir así, porque me enseña y me ayuda a prepararme. Por eso me gusta tanto Marco Aurelio, porque siendo emperador de Roma y pudiendo permitirse los mayores lujos del Imperio, vivía en el suelo en una tienda de campaña. A mí, por ejemplo, me gusta ir al cine pero selecciono mucho antes de ir. De vez en cuando me gustaría darme algún lujo y no me lo doy porque elijo el camino de la austeridad.

«He querido dejar escrito en el libro el nombre de aquellos que hicieron de la montaña su forma de vida y se quedaron en el camino por seguir esa pasión»

-¿Qué sentido das en tu vida al dinero?
-Para mí el dinero tiene dos funciones. Por un lado que me permita vivir con un mínimo de comodidades intentando gastar lo menos posible, soy anticonsumista. El resto del dinero es para los demás, porque para qué lo quiero yo. No quiero cambiar de piso, ni de coche, ni comer distinto a cómo lo hago. Me gusta la vida que llevo.

-Los beneficios de este libro irán destinados íntegramente a becas para la educación de los niños del valle de Makalu. ¿Por qué estás tan vinculado a este lugar?
-En primer lugar porque Joëlle, mi mujer, está allí y para mí es una motivación sentimental muy grande. Por otro, porque la gente de este valle es muy especial. En Nepal hay tres valles sherpas: el Khumbu que es rico, el Kanchenjunga que es pobre -donde me gustaría hacer cosas allí más adelante- y el Makalu que también es muy pobre.
A Joëlle y a mí siempre nos acogieron maravillosamente, y eso lo agradezco. En la actualidad, la mayoría de los sherpas de altura son del Makalu y aunque tienen muy buenas cualidades físicas no tienen preparación técnica. Uno de mis proyectos es enseñar alpinismo a los niños que quieran, para que no solo sean porteadores de carga, que aprendan también inglés para hablar con los clientes, convertirlos en alpinistas de verdad para que puedan desenvolverse en la montaña. Genéticamente son muy fuertes por las condiciones de vida tan duras que viven desde pequeños. Esta podría ser otra salida para muchos de ellos, pero la principal es la educación.

-«Si conseguimos que uno de esos niños pueda continuar sus estudios en Katmandú habremos logrado cambiar una vida para siempre», comentas.
-Es la única opción para salir del pozo en el que se han metido: falta de medios económicos, alcoholismo desde muy jóvenes, muertes en edades tempranas. Les puedes dar un soporte médico, que es otra de las líneas en las que estamos trabajando, pero es difícil porque nadie quiere quedarse allí, es un lugar muy pobre. Hablé con médicos y enfermeras nepalís pero prefieren trabajar en Katmandú o en un hospital de Pokhara.

-¿Por qué te sumaste a esta expedición de los coreanos para subir el Lhotse?
-El Lhotse es el sueño de cualquier alpinista. Una muralla de roca y hielo, vertical, técnicamente muy difícil, que apenas ha sido escalada. Desde crío, cuando empezaba a leer a Messner o Enric Lucas, todos querían ir a la sur del Lhotse. Es una pared que requiere una infraestructura muy cara, nunca pensé que tendría la oportunidad de ir. ¿Por qué fui? El alpinista coreano que dirigía la expedición preguntó a los sherpas si conocían a alguien que lo pudiese acompañar a esta cumbre y ellos me nombraron. Eso para mí es un gran orgullo.
Me hubiera gustado ser sherpa, de hecho mi vocación real es esa, lo comento en el libro. No sé si existe la reencarnación, pero si existe estoy convencido de que he tenido algún vínculo con ellos, es algo que llevo vivo desde muy crío. Me acuerdo cuando tenía 6 o 7 años y leí Tintín en el Tibet y salía un sherpa al que secuestraba el Yeti. Sentí una vinculación muy especial con aquel sherpa, y nadie me había hablado de los sherpas ni nada. A partir de ahí siempre hubo algo.

«Los ingresos de este libro irán destinados íntegramente a becas para la educación de los niños del valle de Makalu»

-Muchos denuncian el riesgo que corre el alpinismo de dejar de ser un deporte noble para convertirse en algo que roza la basura. ¿Quién tiene la culpa?
-Creo que es un reflejo más de la sociedad en la que vivimos. Mucha gente piensa que el alpinismo es una actividad noble, pero es como cualquier otra. Gente que no la vive directamente la idealiza pero la montaña es lo que es. Ahora en EEUU muchos yuppies quieren subir al Everest y se gastan ochenta mil dólares para luego vacilar. Pero figúrate, ni lo critico, siempre y cuando respeten la montaña y la dejen limpia. Ellos tienen los mismos derechos que yo. Otro tema distinto es el guirigay de gente que se forma en las vías normales, surgen los conflictos, la gente apura o exige subir porque ha pagado y a veces la montaña no te deja. Y como es gente que lo ha conseguido todo a base de dinero pues piensan que esto es igual y no lo es. La naturaleza siempre está por encima. Me pasó con unos japoneses cuando me dijeron que tal día tenían que hacer cumbre porque habían pagado prime time en televisión, que les había costado una barbaridad. Yo me reí y les dije que daban malo. Aún así lo intentaron y tuvieron que darse la vuelta. A otros les da igual, tiran y se mueren.

-Esta última expedición al Lhotse fue muy dura, larga y peligrosa.
-Sí, es que la sur del Lhotse es una pared increíblemente grande, peligrosa. Al final tuvimos que desistir por las condiciones climatológicas adversas pero quieren volver en primavera, me han llamado y me lo estoy pensando. Al final y sin conocernos, formamos una familia. Me marché cuatro días antes que ellos porque había quedado con la ONG SOS Himalaya y ellos aún tenían que recoger todo el campo y me despidieron llorando. Se estableció un vínculo de energía, sin hablarnos, que nos hacía sentirnos a gusto y eso para mí es muy bonito.

-Jorge, ¿con qué sueñas?
-Desgraciadamente cada vez tengo menos sueños. Hay uno con el que sigo forcejeando y es convertirme algún día en un alpinista. Lo digo de verdad, no es broma. Es sentir algo dentro de mí que me diga ¡es esto! He hecho muchas cosas en la montaña pero no he llegado a ese punto. Es algo por lo que sigo escalando y haciendo cosas. Aunque mi motivación fundamental ahora es el ayudar a estos críos.

portada-libro-jorge

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